“Lo que importa son las
emociones subyacentes, la música de la que las ideas no son sino un libreto, a
menudo de calidad muy inferior; y una vez que las emociones bajan, las ideas se
secan, se vuelven doctrina, cuando no inocuos clichés. Cada época y cada país
tiene su leyenda consentida, y regresa a ella en las buenas y en las malas.
“ LEWIS NAMIER
La semana pasada tuve la oportunidad
de concluir la lectura de un libro-ensayo titulado “Un futuro para México”, de
la autoría de Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín. Precisamente de ahí he tomado la cita que
encabeza el presente escrito.
El ensayo resulta notablemente
pragmático e inspirador. Sin que el leitmotiv sea el de convertirse en una
panacea a las problemáticas estructurales que afectan a nuestro país, creo que
es de las pocas lecturas serias que proponen una serie de puntos que guiarían a
México hacía una mejor nación, por lo que he decidido compartir algunas de las
ideas que me parecieron más interesantes.
En primer lugar, los autores afirman
que los países solo pueden volverse prósperos los países que se lo proponen
explícitamente, que alinean sus instituciones y sus decisiones para ello. “Para
crecer mucho hay que invertir mucho y ahorrar mucho” (Castañeda & Aguilar,
2012)
¿En México nos hemos propuesto ser
prósperos? Creo que no. Esta decisión debe ser consensada. De poco o nada sirve
que la intención de crecer, de desarrollarnos,
recaiga solo en un poder del Estado. Si los partidos políticos no llegan
a acuerdos más allá del cortoplacismo electoral, nunca estarán alineadas las
instituciones con las decisiones para prosperar.
Otra de los escollos que impiden el
crecimiento de México a todo lo que su potencial le permitiría, es la caída de
nuestra productividad. Los autores afirman que si se hace un parangón con
Estados Unidos, otros países de América Latina y los asiáticos, estamos aún
lejos de sus niveles de productividad.
Si no eliminamos todas las trabas
burocráticas que se tienen en el país para poder poner una empresa, se seguirá
desalentando el desarrollo emprendedor, con todo lo que esto implica. Una
escasa base tributaria, pocos deudores cautivos que soportan la mayor
imposición fiscal. El tiempo promedio de apertura de un negocio en México es de
cincuenta y siete días mientras en Canadá es de máximo tres y en Estados Unidos
de cuatro.
Los autores arrojan un dato escalofriante: “Más
de dos tercios de las empresas y más de sesenta por ciento de los trabajadores
del país son informales.” (Castañeda
& Aguilar, 2012) La conclusión, el país no crecerá solo con el esfuerzo que
realice una tercera parte de las empresas y menos de la mitad de los
trabajadores.
En la agenda política, Castañeda y
Aguilar se decantan por la inclusión de candidaturas independientes, lo cual
vendría a ser un refresh para el monopolio político que detentan los partidos
en nuestro país. La segunda vuelta electoral formaría parte de la propuesta.
Y hablando de monopolios, los autores
tocan el tema de la relación del Estado con sus grandes sindicatos: maestros,
electricistas, petroleros, burócratas federales y estatales, universidades
públicas, trabajadores de la salud.
Estos sindicatos son de carácter
monopólico (no se le pregunta al trabajador si está de acuerdo de pertenecer ni
a que se le retengan sus cuotas), lo que inflexibiliza las relaciones laborales
y, por lo tanto frena la productividad del Estado. La medida propuesta es, en
texto de los propios autores “…suspender la retención
de cuotas por el empleador gubernamental para volver a lo básico: que sean los
trabajadores quienes individual y voluntariamente aporten sus cuotas a sus
sindicatos. Además de restablecer la transparencia, la libertad y la democracia
sindicales.” (Castañeda & Aguilar, 2012)
Quedan pendientes las propuestas en
términos sociales, comercio, fiscalidad, educación y democracia, mismos que
tocaré en mis siguientes escritos.