domingo, 27 de febrero de 2011

Egipto y el cristianismo


Hoy hablaré sobre el paralelismo entre Jesús y varias religiones del mundo, especialmente los dioses egipcios, donde se encuentran muchas coincidencias entre las historias de sus diferentes salvadores.


Cientos y cientos de años antes de que apareciese Jesús, los egipcios veneraban a Horus, hijo de Osiris, El Padre. Para completar la triada, o LA TRINIDAD, en jerga cristiana, estaba Isis, la Señora de las Pirámides, el Espíritu S.

Me centro en Horus. Lo que nos cuentan los egipcios sobre él detalladamente en cientos de inscripciones hace recordar "ligeramente" a la figura de Jesús. Aquí algunas de estas coincidencias:

  • Horus, nació de la Virgen Isis  en una cueva 
  • El parto de Isis fue anunciado por una estrella y fue atendida por tres hombres sabios 
  • De niño fue un prematuro maestro en el templo y fue “bautizado” a los 30 años de edad 
  • El hombre que bautizo a Horus se le llamaba Anup el “Bautista” 
  • Horus Tenia 12 discípulos 
  • Llevó a cabo muchos milagros y resucito a un hombre llamado “El-Azar-us” 
  • Horus también caminaba sobre las aguas. 
  • Se transfiguró en una Montaña 
  • Horus, fue crucificado, enterrado para posteriormente resucitar 
  • Horus se le conocía también como: La luz, el Mesías, el ungido de Dios, el hijo del Hombre, el buen pastor, el Cordero de Dios, La palabra. Etc… 
  • A Horus se le relacionaba con el Cordero, el León y el Pescado. 
  • El Epíteto de Horus era “el hijo siempre sentado al lado de “Ptah” 
  • A Horus se le llamaba fonéticamente también como Krst o el primer ungido. 
El escritor griego Plutarco, que vivió entre el 50 y el 125 d.C., narra cómo al dios Osiris lo mataron un viernes y resucitó al tercer día...

Plutarco se limitó a recoger una tradición ancestral cuyas raices se anclan en los primeros momentos de la civilización egipcia. Incluso en los célebres Textos de las Pirámides, escritos sobre los muros de varios de estos monumentos de la V Dinastía (2465-2323 a.C.), se cita específicamente el tercer día como el momento en que el cuerpo del faraón, transformado en Osiris, revive antes de emprender su viaje a las estrellas.

Osiris como Jesús fueron asesinados por mediación de personas muy cercanas que les traicionaron (Set, hermano del dios egipcio, y Judas fueron los artífices del crimen). Y también fueron sendas mujeres -Isis y María Magdalena, respectivamente- quienes descubrieron su vuelta a la vida. Hasta el apelativo chrestos (del griego "bondadoso" o "amable") fue aplicado a ambos personajes.


Osiris y Jesús comparten incluso el símbolo de la cruz. En el caso del dios egipcio, el ankh o cruz ansada es sinónimo de vida, mientras que para los seguidores de Jesús su instrumento de tortura se convirtió, paradójicamente, en señal de resistencia a la muerte absoluta.


En el cuento de Satmi, escrito en Egipto más de mil años antes de que Mateo escribiese su Evangelio, se narra la historia del nacimiento de un tal Senosiris (literalmente Hijo del dios Osiris). Su madre, Mahituaskhit ( llena de larguezas. ¿llena de Gracia?) lo concibió de forma muy similar a como el propio Mateo describe el nacimiento de Jesús, anunciado a José por un ángel del Señor, que en el relato egipcio se llama Satmi.

Esta historia fue recogida en 1911 por el genial egiptólogo francés Gastón Maspero en su obra Les contes populaires de l´Egipte ancienne.


Estos, y otros paralelismos entre los evangelios y la religión egipcia, además de ciertos objetos y símbolos del antiguo Egipto que recuerdan a otros objetos usados en ceremonias litúrgicas cristianas y a figuras bíblicas, no han pasado desapercibidos entre otros investigadores. Por ejemplo, el abogado y periodista angloegipcio Ahmed Osman proponía una reinterpretación radical de la Biblia, pues para él, incluso, el Nuevo Testamento narra episodios faraónicos miles de años más antiguos. Los ensayos de este autor fueron publicados en el Reino Unido, y posteriormente en España con los títulos de Extranjero en el Valle de los Reyes y La casa del Mesías, ambos por la editorial Planeta. Parte de sus conclusiones: Isaac sería hijo ilegítimo de Abraham, pues Sara, la esposa del anciano patriarca judío, habría sido fecundada por el faraón durante el tiempo en que éste la retuvo secuestrada. José, que fue vendido por sus hermanos cuando apenas tenía diecisiete años, y posteriormente ascendió a primer ministro de Egipto, es nieto de Isaac, y por tanto, según la hipótesis de Osman, de sangre real. ¿Sabrían en la corte de su ascendencia -se pregunta Javier Sierraen su artículo Egipto en la Biblia- y por eso se convirtió en hombre de confianza del faraón?. Osman también afirma que José fue virrey bajo el reinado de Tutmosis IV. Para él, la sepultura encontrada a principios del siglo XX en el Valle de los Reyes entre dos tumbas faraónicas, que no correspondían a ningún rey, sino a un personaje llamado Yuya, rica y extrañamente enterrado en aquel suelo sagrado, y que ostentaba un no menos inexcrutable título: "padre del faraón", no sería otro que el propio José. Lo cierto es que el tal Yuya alcanzó fama y prestigio en tiempos de Tutmosis IV. Tenía tierras en el Delta del Nilo y fue un importante cabecilla militar que no debió haberse enterrado en el Valle de los Reyes... a no ser que por sus venas corriese sangre real. Como la de José. Pero la inexplicable omisión bíblica de nombres faraónicos hace que los expertos naveguen en un mar de hipótesis que, con frecuencia, resultan contradictorias. Y es que, mientras Ahmed Osman sitúa a José en tiempos de Tutmosis IV, Charles F. Aling cree que bajo ese faraón vivió Moisés. De momento, ha sido imposible hacer casar ambas interpretaciones. En su obra La casa del Mesías, Osman va mucho más lejos y trata de demostrar cosas como que Tutmosis III fue el rey David, Amenofis III el verdadero Salomón, Akenatón fue Moisés, Nefertiti, la Virgen María y Tutankamon... ¡Jesús de Nazaret!. Para Osman, en lo que respecta a los evangelios, estos fueron sencillamente armados por seguidores de Juan el Bautista, los cuales "inventaron" a Jesús para que se cumplieran las profecías relativas al Bautista y a lo que vendría tras él. Voces críticas contra estas teorías son las del erudito de las sagradas escrituras A.N. Wilson, para el que los paralelismos entre los evangelios y la religión egipcia debieron de añadirse más tarde del siglo I, para ayudar a convertir a los paganos con historias que les resultaran "familiares"..., y la del catedrático español de Filología Neotestamentaria de la Universidad Complutense de Madrid , Antonio Piñero, que únicamente está dispuesto a admitir, tal como declaró a la revista Más Allá de la Ciencia, que "los paralelismos que existen entre los evangelios y textos egipcios anteriores pertenecen al acervo común de la mitología, o mejor aún de la mitopoiesis o fabricación... Pero no me parece científico decir que los evangelios están copiados estrictamente de textos de, pongamos, dos mil años antes que ellos". Sea como fuere, terminaremos con estas impresiones de sir Howard Carter, el descubridor de la tumba de Tutankamon, refiriéndose a dos túnicas del faraón encontradas entre sus tesoros y que le trajeron a la memoria "las vestimentas que forman parte de la indumentaria de los sacerdotes, como la dalmática usada por diáconos y obispos".