jueves, 13 de septiembre de 2012

Un futuro para México


Lo que importa son las emociones subyacentes, la música de la que las ideas no son sino un libreto, a menudo de calidad muy inferior; y una vez que las emociones bajan, las ideas se secan, se vuelven doctrina, cuando no inocuos clichés. Cada época y cada país tiene su leyenda consentida, y regresa a ella en las buenas y en las malas. “ LEWIS NAMIER

La semana pasada tuve la oportunidad de concluir la lectura de un libro-ensayo titulado “Un futuro para México”, de la autoría de Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín.  Precisamente de ahí he tomado la cita que encabeza el presente escrito.
El ensayo resulta notablemente pragmático e inspirador. Sin que el leitmotiv sea el de convertirse en una panacea a las problemáticas estructurales que afectan a nuestro país, creo que es de las pocas lecturas serias que proponen una serie de puntos que guiarían a México hacía una mejor nación, por lo que he decidido compartir algunas de las ideas que me parecieron más interesantes.
En primer lugar, los autores afirman que los países solo pueden volverse prósperos los países que se lo proponen explícitamente, que alinean sus instituciones y sus decisiones para ello. “Para crecer mucho hay que invertir mucho y ahorrar mucho” (Castañeda & Aguilar, 2012)
¿En México nos hemos propuesto ser prósperos? Creo que no. Esta decisión debe ser consensada. De poco o nada sirve que la intención de crecer, de desarrollarnos,  recaiga solo en un poder del Estado. Si los partidos políticos no llegan a acuerdos más allá del cortoplacismo electoral, nunca estarán alineadas las instituciones con las decisiones para prosperar.
Otra de los escollos que impiden el crecimiento de México a todo lo que su potencial le permitiría, es la caída de nuestra productividad. Los autores afirman que si se hace un parangón con Estados Unidos, otros países de América Latina y los asiáticos, estamos aún lejos de sus niveles de productividad.
Si no eliminamos todas las trabas burocráticas que se tienen en el país para poder poner una empresa, se seguirá desalentando el desarrollo emprendedor, con todo lo que esto implica. Una escasa base tributaria, pocos deudores cautivos que soportan la mayor imposición fiscal. El tiempo promedio de apertura de un negocio en México es de cincuenta y siete días mientras en Canadá es de máximo tres y en Estados Unidos de cuatro.
 Los autores arrojan un dato escalofriante: “Más de dos tercios de las empresas y más de sesenta por ciento de los trabajadores del país son informales.”  (Castañeda & Aguilar, 2012) La conclusión, el país no crecerá solo con el esfuerzo que realice una tercera parte de las empresas y menos de la mitad de los trabajadores.
En la agenda política, Castañeda y Aguilar se decantan por la inclusión de candidaturas independientes, lo cual vendría a ser un refresh para el monopolio político que detentan los partidos en nuestro país. La segunda vuelta electoral formaría parte de la propuesta.
Y hablando de monopolios, los autores tocan el tema de la relación del Estado con sus grandes sindicatos: maestros, electricistas, petroleros, burócratas federales y estatales, universidades públicas, trabajadores de la salud.
Estos sindicatos son de carácter monopólico (no se le pregunta al trabajador si está de acuerdo de pertenecer ni a que se le retengan sus cuotas), lo que inflexibiliza las relaciones laborales y, por lo tanto frena la productividad del Estado. La medida propuesta es, en texto de los propios autores “…suspender la retención de cuotas por el empleador gubernamental para volver a lo básico: que sean los trabajadores quienes individual y voluntariamente aporten sus cuotas a sus sindicatos. Además de restablecer la transparencia, la libertad y la democracia sindicales.” (Castañeda & Aguilar, 2012)
Quedan pendientes las propuestas en términos sociales, comercio, fiscalidad, educación y democracia, mismos que tocaré en mis siguientes escritos.

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